Terminamos el segundo día con un momento de reflexión y la siguiente:
ORACION
MARIANA
Motivación a la
contemplación en silencio.
El
silencio es parte integrante de la comunicación y sin él no existen palabras
con densidad de contenido. En el silencio escuchamos y nos conocemos mejor a
nosotros mismos; nace y se profundiza el pensamiento, comprendemos con mayor
claridad lo que queremos decir o lo que esperamos del otro; elegimos cómo
expresarnos. Callando se permite hablar a la persona que tenemos delante,
expresarse a sí misma; y a nosotros no permanecer aferrados sólo a nuestras
palabras o ideas… En el silencio hablan la alegría, las preocupaciones, el
sufrimiento, que precisamente en él encuentran una forma de expresión
particularmente intensa. Del silencio, por tanto, brota una comunicación más
exigente todavía, que evoca la sensibilidad y la capacidad de escucha que a
menudo desvela la medida y la naturaleza de las relaciones.
En
el silencio de la cruz habla la elocuencia del amor de Dios vivido hasta el don
supremo. Después de la muerte de Cristo, la tierra permanece en silencio.
Si
Dios habla al hombre también en el silencio, el hombre igualmente descubre en
el silencio la posibilidad de hablar con Dios y de Dios. “Necesitamos el
silencio que se transforma en contemplación, que nos hace entrar en el silencio
de Dios y así nos permite llegar al punto donde nace la Palabra, la Palabra
redentora”
DEL MENSAJE
DEL SANTO PADRE
BENEDICTO
XVI
PARA
LA XLVI JORNADA MUNDIAL
DE
LAS COMUNICACIONES SOCIALES
“Silencio
y Palabra: camino de evangelización”
Invocaciones
finales
SÚPLICA
PERPETUA
¡Oh
Madre del Perpetuo Socorro, cuyo solo nombre inspira confianza!
R.
Madre de amor, ven en mi socorro.
En
el momento peligroso de la tentación, para que yo resista.
Cuando
haya tenido la desgracia de pecar, para que me arrepienta y me vuelva a
levantar.
Si
algún vicio me tiene encadenado, para que pueda romperlo.
Para
que escuchando la Palabra de Dios obre de acuerdo con ella.
Para
que viva todos mis días como seguidor de Jesucristo.
Para
que haga de mi vida un servicio a Dios y al prójimo.
En
todas las pruebas y trabajos de la vida.
Contra
mi propia inconstancia y para que persevere hasta el fin.
¡Oh
Madre mía, hasta mi último día, hasta mi último suspiro!
Seas
amada, seas alabada, seas invocada,
seas
eternamente bendita.
¡Virgen
del Perpetuo Socorro!,
mi
esperanza, mi amor, mi Madre,
mi
refugio y mi vida. Amén.