El Niño Jesús que contempla María y, con ella todos los santos, se muestra muy alegre, y contagia su alegría, su ternura y felicidad, invitando a los hombres a ser como él.
El humilde San Gerardo Mayela, en su tierna infancia sonrió con Dios Niño, habló con él, jugó con él; y al finalizar sus ratos de juego, Jesús le ofrecía un riquísimo pan que no encontraba Gerardo en ningún otro lugar, únicamente en las tiernas manos de su gran amigo Jesús Niño. Más tarde comprendió que ese pan sabrosísimo es el mismo Jesús hecho pan.
En esta Navidad, es ese tierno Niño Dios quien viene a invitar al mundo a dejar las guerras, el odio, la ambición, el egoísmo, el pecado, la autodestrucción humana.
Viene a invitar al mundo, a cantar, reír, vivir con alegría; a ser feliz en el amor y la verdad.
Viene a traernos la Justicia y la paz, asumiendo en la cruz nuestros sufrimientos y venciendo allí la muerte y nuestra maldad.
Viene a los brazos de Santa María siempre Virgen y del Justo San José en la pobreza del pesebre.
Viene a brindarnos su amistad, a invitarnos a ser como él: humilde y sencillo, pero riquísimo en AMOR y PERDON.
Recibámoslo en nuestros hogares y en nuestros corazones con la oración de San Alfonso de Liguori:
El humilde San Gerardo Mayela, en su tierna infancia sonrió con Dios Niño, habló con él, jugó con él; y al finalizar sus ratos de juego, Jesús le ofrecía un riquísimo pan que no encontraba Gerardo en ningún otro lugar, únicamente en las tiernas manos de su gran amigo Jesús Niño. Más tarde comprendió que ese pan sabrosísimo es el mismo Jesús hecho pan.
En esta Navidad, es ese tierno Niño Dios quien viene a invitar al mundo a dejar las guerras, el odio, la ambición, el egoísmo, el pecado, la autodestrucción humana.
Viene a invitar al mundo, a cantar, reír, vivir con alegría; a ser feliz en el amor y la verdad.
Viene a traernos la Justicia y la paz, asumiendo en la cruz nuestros sufrimientos y venciendo allí la muerte y nuestra maldad.
Viene a los brazos de Santa María siempre Virgen y del Justo San José en la pobreza del pesebre.
Viene a brindarnos su amistad, a invitarnos a ser como él: humilde y sencillo, pero riquísimo en AMOR y PERDON.
Recibámoslo en nuestros hogares y en nuestros corazones con la oración de San Alfonso de Liguori:
“Jesús mío, mi soberano Señor y verdadero Dios:
¿Qué fuerza te ha hecho descender del cielo a una gruta
sino la fuerza de tu amor por nosotros?
Tú que habitas el seno del Padre,
tú reposas en un pesebre.
Tú que reinas más allá de las estrellas,
tú vienes a nacer sobre un poco de paja...
Tú que eres la alegría del cielo,
yo te escucho gemir y llorar.
Dime, oh Jesús mío: ¿Qué fuerza desconocida te ha reducido a tal abajamiento?
Una sola, la fuerza de tu amor por nosotros”.
Feliz fiesta del nacimiento de nuestro Redentor.